Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. España que nos mira siempre amante recuerda nuestra Historia Militar, Militar, que su nombre siempre suena más radiante a quien supo ponerla en un altar. Su recuerdo que conmueve con terneza, dice Patria, dice Gloria, dice Amor, y evocando su mágica grandeza, morir sabremos, por salvar su honor. Tremolemos muy alto el Estandarte, sus colores en la cumbre brillarán, y al pensar que con él está la muerte, nuestras almas con más ansia latirán. Como la madre que al niño le canta la canción de cuna que le dormirá, al arrullo de una oración santa en la tumba nuestra, flores crecerán. Marcharemos unidos, marcharemos dichosos seguros, contentos de nuestro valor, y cuando luchando a morir lleguemos, antes que rendidos, muertos con honor. Y alegres cantando el Himno glorioso de aquellos que ostentan noble cicatriz, terminemos siempre nuestro canto honroso con un viva Velarde y un viva Daoiz. Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. Orgullosos al pensar en las hazañas realizadas con honor por nuestra grey, gritemos con el alma un viva España y sienta el corazón un ¡viva el Rey!

sábado, 2 de junio de 2012

Alcántara. La Laureada debida

Durante todo el día, los escuadrones de Alcantara, con marchas inverosimiles de rapidez y de obstaculos, apoyan los repliegues de todas las posiciones avanzadas de Drius; mantienen los flanqueos fuera de camino, combatiendo en despliegue y en cargas, batiéndose a pie los desmontados: y apenas pudiendose reorganizar, vuelven a extrema retaguardia, cubriendo los últimos restos de la columna en desorden, y hacen alto para aguantar las postreras acometidas de la harca. Están ya los escuadrones mas que mermados, destruidos. Pero aun han de completar la hazaña, porque los contingentes enemigos han cortado el camino de Batel. Y allá van las reliquias de Alcántara, dejando un reguero de caballos, para repetir una y otra, y otra vez las cargas, con denuedo inaudito, manteniendo la lucha cuerpo a cuerpo, entregándose para saciar la fiereza del enemigo, hasta lograr que pase toda la columna de Drius. Cuando cae la tarde, los cinco escuadrones de Alcántara son 12 jinetes en Zeluan, 15 en Monte Arruit. De los 40 del quinto escuadrón, que repitieron la salida de Tieb, no queda ni uno. Pero queda algo que vale mas: queda el alma militar, personificada en el gran soldado que mandaba aquella tropa gloriosa, el teniente coronel Primo de Rivera; y la fortaleza de esa alma preside la resistencia cruentisima (sic) de Monte Arruit hasta que la falta de material quirúrgico siega la vida de Fernando Primo de Rivera, luego de soportar estoico, sin posibilidad de anestesia, una horrorosa amputación.

Ha muerto el caudillo y han muerto casi todos sus soldados. El ejemplo queda vivo e inmarcesible. Tras de la plegaria, el pensamiento busca la sonora gallardía de un endecasílabo. La pluma del juez instructor se detiene reverente y deja para perpetua memoria, entre la rígida severidad de otras oscas menciones, este excelso epitafio:

"La conducta de este regimiento fue gloriosa, cumpliendo el mas alto deber de la Caballería: el de sacrificarse para salvar los otros institutos del Ejercito y el honor de las armas".

ABC. Domingo, 26 de noviembre de 1922



A los 91 años de los hechos y 356 de su creación, se ha hecho justicia.