Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. España que nos mira siempre amante recuerda nuestra Historia Militar, Militar, que su nombre siempre suena más radiante a quien supo ponerla en un altar. Su recuerdo que conmueve con terneza, dice Patria, dice Gloria, dice Amor, y evocando su mágica grandeza, morir sabremos, por salvar su honor. Tremolemos muy alto el Estandarte, sus colores en la cumbre brillarán, y al pensar que con él está la muerte, nuestras almas con más ansia latirán. Como la madre que al niño le canta la canción de cuna que le dormirá, al arrullo de una oración santa en la tumba nuestra, flores crecerán. Marcharemos unidos, marcharemos dichosos seguros, contentos de nuestro valor, y cuando luchando a morir lleguemos, antes que rendidos, muertos con honor. Y alegres cantando el Himno glorioso de aquellos que ostentan noble cicatriz, terminemos siempre nuestro canto honroso con un viva Velarde y un viva Daoiz. Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. Orgullosos al pensar en las hazañas realizadas con honor por nuestra grey, gritemos con el alma un viva España y sienta el corazón un ¡viva el Rey!

domingo, 10 de mayo de 2020

El cañón de dinamita


Organizando un poco mi biblioteca, más bien «aireando» un poco los libros y haciendo una pequeña limpieza, encontré una copia de un estudio del Capitán de Artillería D. Severo Gómez Núñez de 1897 (destinado en la Subinspección de Cuba), referente al «cañón de dinamita» que fue publicado en ese mismo año por el Memorial de Artillería. Hacía mucho tiempo que lo leí y pensé que sería interesante volcarlo en el blog. Así que aquí tienen esta curiosa pieza.

Antecedentes
Los periódicos y revistas que se publican en los Estados Unidos vienen ocupándose, en medio de exageradísimos elogios, del cañón de dinamita que los insurrectos de Cuba han aplicado en la actual guerra.
El grado de originalidad que pueda tener el invento, así como el deseo de poner las cosas en su lugar, demostrando su escaso valor práctico y los grandes inconvenientes que lleva en sí su uso, nos han decidido a sacar a escena los datos que poseemos acerca de él y que quitan importancia a ese poderoso recurso, como lo llaman los enemigos de España, cada día más rabiosos ante la impotencia a que se ven reducidos.
Constituye el cañón que nos ocupa uno de tantos esfuerzos como se han hecho para disparar proyectiles cargados con explosivos fuertes, entre los cuales sobresale el sistema pneumático del Capitán de la Artillería de los Estados Unidos Edmundo L. Zalinski, del que hubimos de ocuparnos extensamente cuando en 1887 fuimos comisionados para asistir a las pruebas que se efectuaron en Fort Lafayette, bahía de New York.
Aquel invento del ilustre Zalinski ha experimentado sucesivos perfeccionamientos, hasta el punto de obtener, en recientes ensayos realizados en Inglaterra (Shoeburyness) y en los Estados Unidos (Sandy-Hook), verdadero éxito. Pero el cañón de que vamos a ocuparnos, si bien utiliza el aire comprimido como fuerza impulsora, difiere del sistema Zalinski en que, el agente empleado para obtener la compresión, es una carga supletoria de pólvora sin humo, la que se hace arder en un tubo cerrado lleno de aire, el cual comunica con otro tubo y éste a su vez con la recámara del cañón propiamente dicho. Es decir que, en realidad, ese cañón es simplemente uno de tantos en que se aplican los gases de la pólvora como fuerza impulsora, con la diferencia de colocar la carga de proyección en una cámara de aire, interpuesta detrás del proyectil. El que de este modo se forme una especie de fuerza muelle que amortigüe los choques y reacciones que hacen peligroso cargar con explosivos sensibles, ya es más discutible, porque, según hemos de ver, esos buenos efectos sólo se consiguen a expensas de pequeñas cargas de proyección con relación al peso del proyectil, lo que da escasas presiones y, por consecuencia, muy escasos alcances, sin contar con la irregularidad de la trayectoria por no ser posible aplicar el rayado, y descontando también las frecuentes explosiones prematuras, alguna de las que hemos de consignar en este estudio, evidenciando hasta qué punto ponen en inminente peligro la vida de los sirvientes1.
El cañón.
Bastante antes de estallar la guerra de Cuba nos fue remitida una fotografía de los Estados Unidos que representa el cañón de dinamita montado en cureña fija, tal como aparece en la lámina 1.
LAMINA 1
El modelo, traído de aquellos Estados por los insurrectos de Cuba en una de tantas expediciones como de allí han salido para ellos, lo describió el Herald de New York, del 21 de marzo de 1897, y posteriormente lo ha publicado la notable revista inglesa The Engineer en su número del 16 de abril del mismo año. Los datos de ambas publicaciones concuerdan entre sí. 
Lo representa la lámina 2, en la que se aprecia que el montaje es de campaña. Está formado por tres tubos colocados horizontalmente en un mismo plano. Los dos laterales son más cortos que el descentro, destinado á lanzar el proyectil. En el tubo de la derecha, dentro de un cartucho metálico de ignición central, va la carga de pólvora sin humo, cuya explosión proporciona la fuerza compresora. Este tubo comunica con el de la izquierda que, a su vez, lo hace con la recámara del tubo central. Aparatos de cierre semejantes a los de tornillo de rosca interrumpida de la artillería moderna obturan las bocas de carga del tubo central y del tubo de la derecha. La colocación del proyectil y del cartucho compresor se delata claramente en la lámina 3, figura 1.
LAMINA 2


Colocados el proyectil torpedo en el tubo central y el cartucho de carga supletoria compresora en el tubo de la derecha y obturadas las bocas de carga, si se da fuego a este cartucho por medio de un mecanismo percutor, los gases de la combustión comprimirán y dilatarán el aire en el tubo A, pasarán los efectos compresores por BB al tubo de la izquierda y desde éste por CC a la recámara del tubo central, buscando escape y arrastrando al proyectil a la atmósfera. De modo que, en suma, son tres las fuerzas que aquí operan: de un lado los gases producidos por la explosión de la carga supletoria de pólvora, de otro el aire comprimido por la expansión de estos gases y de otro el aire dilatado por la elevación de temperatura debida a la combustión. Esos tres agentes van graduados, al decir de los inventores, de manera que la pólvora se queme toda antes de que dé lugar a la salida de llama ni señal alguna visible por la boca de la pieza. Representa la lámina 3, figura 2, los tres tubos separados y tiende a indicar la facilidad con que se arman, sirviéndoles de trabazón los sunchos de muñones y de los extremos, los que sirven también de comunicación para que el aire recorra el camino antes descrito.


LAMINA 3

Dimensiones.
Calibre                                                     21/2 Pulgadas
Longitud del tubo central                        10 Pies
Longitud del cañón con su cureña          12 Pies
Pesos.
Del cañón (conjunto de los tres tubos)    270 Libras
Del montaje (cureña)                               280 Libras
Del cañón y cureña                                 550 Libras

El proyectil.
Hemos podido hacer un estudio detenido y completo del proyectil por habernos facilitado uno entero el distinguido Capitán del Cuerpo D. Sixto Alsina (hoy Comandante), el cual consiguió, siendo jefe del parque de Ciego de Ávila. Procede de los que los insurrectos dispararon contra Arroyo Blanco (Sancti Spíritus) y que dejaron de estallar. Refiérase a él la lámina 4. Este ejemplar es igual a otros 19 que fueron cogidos al enemigo en las lomas de Pinar del Río por el General Obregón, comisionándose al Capitán del Cuerpo D. Joaquín Mariné para que los recibiese en Candelaria, depositándolos en la Pirotecnia de la Habana. Se compone de un tubo de latón, cerrado por uno de sus extremos con una ojiva-espoleta y por el otro con un tapón hueco, semiesférico, de aluminio, del que arranca una rabiza o cola de tubería de hierro, en la que va sujeto un suplemento de aluminio, formado por seis paletas helicoidales2. En el corte (lámina 4, figura 1) aparece la disposición en que van colocadas, dentro del tubo de latón, la carga de gelatina explosiva y la de algodón-pólvora. Esta última está contenida en otro tubo de menor diámetro de latón, unido a un casquillo que se atornilla interiormente al cuerpo del proyectil, casquillo al que se atornilla también la ojiva-espoleta. La cápsula detonante de fulminato de mercurio queda alojada entre el algodón-pólvora y rodeada de un tubito de caucho.
LAMINA 4
Dimensiones.
Diámetro del proyectil                 0,062 m.
Longitud total del proyectil          0,910 m
Longitud del cuerpo cilíndrico     0,590 m
Longitud de la ojiva                     0,078 m
Longitud de la cola o rabiza        0,320 m
Longitud del culote de aluminio  0,036 m
Pesos.
Del proyectil cargado                                               11 libras.
De la carga de gelatina explosiva                            4 libras
De la carga iniciadora de algodón-pólvora seco      6 onzas.
Del detonante de fulminato de mercurio                  30 granos.
Volumen del tubo cilíndrico que contiene la carga   1,2 dm3
La ojiva-espoleta.
Es de percusión, sistema parecido al Pettman. (Lámina 4, figura 2) Dada la escasa velocidad del proyectil3 y la inseguridad de que su posición en la trayectoria sea regular, se conoce que el inventor ha tendido a buscar una espoleta que sea muy sensible al choque, ya que el proyectil caiga de cabeza o algo inclinado hacia un lado. Con ese mismo fin, parece haberse procurado que la ojiva-espoleta sea muy pesada, al objeto de que el proyectil caiga de punta, buscando esa posición en el descenso a expensas de la diferencia de densidades entre la cabeza y la cola. Para conseguirlo se nota que, así como la ojiva es de bronce con gran espesor, la cola por el contrario tiene las partes esenciales de aluminio y huecas, cual sucede también al tubo de hierro que la constituye. A pesar de todas esas precauciones, hemos de ver que en la práctica del tiro de guerra dejan de reventar bastantes proyectiles. Se compone la espoleta4 de un cuerpo ojival A, hueco, de bronce, en el cual encaja un cilindro B, también hueco, formado por dos trozos que se atornillan y que dejan espacio interior para servir de alojamiento a una bala de acero E, la que sirve de percutor. En el cilindro B hay labradas dos galerías circulares C y A, que contienen el tuétano o mixto de la espoleta y que se comunican entre sí por tres conductos, repartidos en la circunferencia y, a su vez, rellenos de polvorín comprimido. De la galería f parte un conducto que comunica con el petardo h, cuya explosión se trasmite a la cápsula de fulminato de mercurio, que, según antes dijimos, se coloca entre el algodón-pólvora seco. El muelle de acero en espiral D empuja al cilindro B hacia adelante, obligándole a mantenerse en la posición requerida, sin que este cilindro pueda girar dentro de su alojamiento por impedírselo un encastre lineal r que lo liga al cuerpo ojival A.
Frente a la bala de acero E, y adaptadas en pequeñas concavidades repartidas en una circunferencia, se notan otras tres balitas e de acero, las que al recibir el choque de la bala E percuten sobre tres cápsulas de fulminato de mercurio d que, al detonar, producen la inflamación del tuétano de la galería circular C. Es decir, que se ha procurado que el percutor sea triple y repartido a fin de que, ora caiga el proyectil de punta, ora choque de costado, funcione la espoleta.
Pero la parte más original de este artificio de guerra está en el fiador. Obedece a la idea de que de ningún modo pueda actuar el percutor principal E hasta tanto que el proyectil no se halle fuera del cañón y bien adelantado en la trayectoria. Al efecto lleva atornillado el proyectil en la punta de su ojiva una pieza a, provista de concavidades helicoidales que la asemejan a una pequeña turbina y que tiene un tornillo b, el cual penetra en el cilindro B y se enrosca en la tuerca móvil c. Esta tuerca no puede girar por impedírselo una varilla V, fija a ella, y que encastra en una ranura labrada en el metal del cilindro B, mas sí puede moverse avanzando hacia la punta del proyectil.
Modo de funcionar la espoleta.
Cuando el proyectil sale impulsado a la atmósfera, el aire acciona sobre las paletas helicoidales de la turbina a, la que toma movimiento de rotación en el sentido de libertarse de la tuerca c, hasta que por el giro continuado se desprende del todo y cae. La tuerca c queda entonces embutida en el espacio cilíndrico que existe delante de ella, sin estorbar ya nada el movimiento de la bala E. En estas condiciones, al producirse el choque del proyectil contra el terreno o contra un obstáculo resistente, la bala E percute contra las tres balitas e, las que trasmiten la percusión sobre las cápsulas de fulminato y las hacen detonar, dando fuego al tuétano de la galería C, la que lo comunica a los conductos f y galería F de donde pasa al petardo h, cuya detonación da margen a que se produzca la de la cápsula de fulminato de mercurio que la trasmite a la carga iniciadora de algodón-pólvora seco que es causa de la explosión de la carga principal de gelatina explosiva5. Los apologistas de esta espoleta aseguran que la turbina a y su tuerca móvil están calculadas en relación con la velocidad del proyectil, de manera que se desprenda el fiador cuando aquél se encuentre a 200 pies de la boca del cañón, dato que parece inseguro, puesto que la velocidad angular de la turbina-fiador debe variar mucho con las fluctuaciones de la velocidad del viento, de un día a otro, y aun de uno a otro disparo. Los tuétanos de los tres tubos f que comunican el fuego a la galería circular F, pueden ser de combustión lenta o viva, según se quiera que el proyectil haga explosión en el momento del choque o cierto tiempo después de producirse aquél. La descripción que hemos dado de la espoleta ojiva está tomada de la que traen puesta los proyectiles cogidos al enemigo en Pinar del Río y de la enteramente igual que tiene el ejemplar que poseemos cogido sin estallar en Arroyo Blanco. Se deduce de la colocación y forma de sus piezas que debe funcionar bien el percutor central E por la acción del choque, siempre que éste sea de cabeza o con la ojiva hacia adelante; probablemente, en previsión de que esto no se verifique siempre, presenta la espoleta otra particularidad señalable. Consiste (figura 3, lámina 4) en un taladro que atraviesa el cuerpo ojival principal, dentro del que va inclinada una pieza de hierro s que termina en una uña, destinada a engranar en una muesca m labrada en la superficie exterior del cilindro que encierra el percutor. Si se consideran engranando la uña y muesca referidas (como aparecen en la figura 3, lámina 3) quedarían las diversas partes que componen la espoleta en la disposición representada por la referida figura 3, explicándose entonces el papel que desempeña el muelle espiral D, que tendría por objeto producir un choque de la bala percutora E con las balitas e, en el evento de que el proyectil en lugar de chocar de cabeza cayese de cola, pues en ese caso, la influencia del choque rompería la uña que encastra con la muesca m, y el muelle empujaría violentamente hacia adelante a todo el cilindro que encierra el percutor, que produciría el de la bala E con las tres balas pequeñas. Así se explica la razón del muelle D, que de otro modo no hace falta para que la espoleta funcione por choque directo de la ojiva. De todas maneras se evidencia que la espoleta es fácil que funcione si cae el proyectil de cabeza y menos probable si lo hace de cola.
El cartucho compresor de pólvora sin humo.
Queda establecido que la compresión del aire originaria del movimiento del proyectil, se realiza mediante la combustión de una carga supletoria de pólvora sin humo que se coloca en el tubo de la derecha (Lamina 3). Tal carga va contenida en un cartucho metálico de ignición central, que representa la lámina 5. La pólvora sin humo que contenían algunos de estos cartuchos cogidos a los insurrectos en los montes de Pinar del Rio, en unión de los 19 proyectiles de que anteriormente hicimos mérito, es la cordita6, y consiste en una pasta de color de caramelo, opaca, dura, laminada y cortada en cuadritos de 9 mm. de lado, los cuales aparecen representados en la lámina 5. Cada cartucho lleva 6 onzas de esta pólvora7, previamente encerrada en un paquete de papel parafinado; metido en el fondo de este paquete, en contacto con la cápsula de fulminato, se adiciona un poco de pólvora negra para iniciar la combustión de la pólvora sin humo. El casquillo presenta en la boca un ligero reducido, contra el que ajusta una copa o dedal de latón cerrado por un extremo y de boca acampanada por el otro, el cual parece dedicado a servir de émbolo para la compresión del aire, evitando algún tanto que los gases salgan precipitadamente8. En la cabeza, sólida y torneada, del cartucho se lee la siguiente marca de fábrica: Winchester. A. Co. New-Haven Ct. U. S. A.
LAMINA 5

Dimensiones.
Longitud total con el tapón puesto apretado        188 mm.
Longitud del cartucho sin tapón                           154 mm.
Longitud del tapón (copa metálica)                      60 mm.
Diámetro del reborde del culote                           52 mm
Diámetro del reducido de la boca                        47 mm.
Diámetro de la boca acampanada del tapón       52 mm.
Carga de proyección
8 a 6 onzas de cordita.
Manejabilidad.
Al decir de las publicaciones de los Estados Unidos (según datos facilitados probablemente por los inventores para hacer propaganda) el cañón lleva en sí las condiciones que siguen:
  1. Puede ser arrastrado por dos mulos o bien por 10 hombres.
  2. No da humos ni produce ruido en el acto del disparo, de modo que no puede localizarse su situación por el contrario para batirlo a las distancias de milla y media a media milla a que puede emplazarse.
  3. Puede fácilmente cambiarse de posición.
  4. Si está en peligro de caer en poder del enemigo, puede quitarse el cierre y queda inservible, o bien inutilizar el tubo central.
  5. Es fácilmente desmontable en piezas que luego se arman con facilidad.
  6. El retroceso no excede de 2 pulgadas.

Desde luego se advierte que la 1 y 3 de esas condiciones son inherentes a las demás piezas de montaña y campaña, así como la 4. Respecto a las demás, lo que nos falta por decir indicará hasta qué punto se cumplen en la práctica.
Empleo.
Montezuelo, Artemisa, Arroyo Blanco y Mayajigua.
En el mes de octubre de 1896, publicó el New York Herald la noticia de que los insurrectos cubanos habían desembarcado en la isla dos cañones de esta clase, uno de ellos en Pinar del Río, costa N., destinado a las partidas de Maceo, y el otro en Las Villas, costa S., para las partidas de Máximo Gómez, Calixto García y Pancho Carrillo9. Cuatro veces ha sido aplicada desde entonces esta pieza por los que en Cuba combaten contra España. Dos de ellas en la provincia de Pinar del Río, en los combates de Montezuelo y de Artemisa, y otras dos en el Departamento central, en los asedios de Arroyo Blanco y de Mayajigua, pueblos pertenecientes a la provincia de Puerto Príncipe el primero y a la de Santa Clara el segundo, y situados los dos en la línea divisoria de dichas provincias. Esos tres ensayos han dado resultados nulos, y alguna vez mortíferos para los que aplicaban el cañón, según vamos a demostrar con datos fidedignos, debidos a testigos presenciales de los hechos y que han intervenido en ellos.
 Montezuelo
Los batallones de Wad-Rás, San Quintín y Cantabria, juntamente con dos piezas Plasencia de la 1a batería del 5° Regimiento de artillería de montaña10, al mando del Coronel de infantería San Martín, se hallaban acampados en la noche del 23 de Septiembre de 1896 en las alturas que dominan al valle de Montezuelo, cerca de Mantua, extremo occidental de la isla de Cuba y de la provincia de Pinar del Río, cuando a eso de las nueve y media de la referida noche, una compañía avanzada en la loma de la China empezó a ser hostilizada por los insurrectos. Iba generalizándose el fuego de fusil, cuando, de pronto, nuestras fuerzas sintieron una detonación grande que hizo pensar en que el enemigo traía algún cañón, a la que siguió otra, sin poder apreciarse las explosiones de los proyectiles que las ocasionaron, porque no se vieron. Hacía luna clara. Las dos piezas de artillería, al mando del Capitán del Cuerpo D. Eduardo Tapia Ruano y Cisneros, recibieron orden de pasar a emplazarse en la antes citada loma de la China, desde donde se avisó que mucha gente con luces penetraba en el Valle11. A las diez de la noche, al ponerse en movimiento las piezas del Capitán Tapia y Ruano, se oyó el silbido especial de un proyectil grueso, que cayendo largo hizo explosión sobre suelo de pizarra, recogiéndose más tarde varios trozos y la espoleta enterrada en el embudo de 1 m. de diámetro en su parte superior y 1 m. de profundidad, que causó la explosión. Otro proyectil igual reventó, también largo con relación a nuestra artillería, cuando ésta subía ya la loma, produciendo en tierra caliza un embudo de 1'5 m. de diámetro superior y 1 m. de profundidad. Rápidamente tomaron posición en la loma de la China las dos piezas de montaña, y cómo los contrarios tiraban muy cerca, rompieron fuego con bote de metralla y después con granada de metralla hacia el blanco que las luces presentaban. Desde entonces no volvió el enemigo á tirar más cañonazos y poco después cesó asimismo su fuego de fusil. Se observaron las circunstancias que vamos a expresar:
El ruido del proyectil en la trayectoria parecía al que produce un cohete grande. Las explosiones de los proyectiles no causaron ninguna baja en nuestras tropas ni les produjeron la menor impresión, mediando el detalle de que los heridos que tuvimos fueron de bala de fusil12. La distancia a que colocaron los insurrectos el cañón de dinamita no llegaba a 1.500 metros del punto de caída de los proyectiles, según se pudo notar en posterior reconocimiento. Los campesinos aseguraron que el cañón lo transportaban en una carreta. Al día siguiente, 24 de septiembre, continuó el fuego por ambas partes, sin que volvieran a hacernos ningún disparo de cañón. No pudo aquí aportarse ningún dato acerca de si se veían los fogonazos, porque los dos primeros disparos los hizo el enemigo por sorpresa, emplazándose, tanto durante ellos como cuando tiró los otros dos, cubierto por los accidentes del terreno y dejando de disparar en cuanto nuestra artillería se colocó en posición, en forma de poder descubrirlos.
Artemisa13.
Eran las diez de la noche del 22 de octubre de 1896, cuando rompieron los insurrectos fuego sobre Artemisa con un cañón de dinamita, el mismo que habían empleado en Montezuelo. Colocaron el cañón en un palmar que existe al SO. de la población, frente a uno de los vértices del paralelogramo, que aproximadamente forma su perímetro exterior, buscando así, sin duda, la desenfilada de los fuegos de las baterías de Choritoquieta y Paso de Nivel, a la primera de las cuales restringían los edificios el tiro hacia aquel lado, en tanto que espesa manigua intermedia ocultaba a la segunda la vista del palmar. La batería de Choritoquieta se componía de dos piezas Krupp de tiro rápido de 7'5 cm. y una ametralladora automática de 7 mm. sistema Maxim, al mando del Primer Teniente del Cuerpo D. Eustasio Amilivia Calveton (11 Batallón de Cuba), quien al sentir la explosión del primer proyectil, salió a observar la situación del enemigo, consiguiendo percibir a la tercera o cuarta explosión un pequeño fogonazo sobre el palmar, y no pudiendo tirar a aquel punto desde la batería, sacó fuera una de las piezas de 7'5 cm. y rompió el fuego. Debió ser éste eficaz, desde luego, porque el enemigo cambió enseguida el emplazamiento del cañón de dinamita, más al S., en busca siempre de conveniente desenfilada, más el oficial citado marchó con una pieza y la ametralladora a situarse al S., fuera de la trinchera que bordea al pueblo, dejando las municiones detrás del muro aspillerado y rompiendo de nuevo el fuego, mientras dos compañías de infantería del batallón de Castilla lo hacían por descargas, y otras fuerzas pertenecientes a los batallones de Isabel la Católica, Garellano y San Marcial, Ingenieros, Guardia Civil y Voluntarios. El regimiento de caballería del Príncipe acudió enseguida al fuego desde su campamento del cercano ingenio Pilar, saliendo para la línea poco después. La comandancia militar del pueblo la ejercía el Coronel Castellari, de infantería.

Componían la batería del Paso de Nivel dos cañones Krupp de tiro rápido de 7'5 cm.14 al mando del Primer Teniente D. Alfonso Suero Laguna (11 Batallón de Plaza, Cuba), el cual, enterado de la situación del enemigo, rompió el fuego, orientando la puntería a través de la manigua15. Los insurrectos dispararon sobre Artemisa 32 proyectiles torpedos de los ya descritos desde una distancia aproximada de 1.100 m. en dirección de las piezas del Teniente Amilivia, la mayor parte sin que las explosiones alcanzasen al personal ni al material de nuestra artillería, ni a un solo soldado de nuestra infantería. De estos 32 proyectiles, a excepción de seis que cayeron en dirección de la batería del Paso de Nivel, los demás hicieron sus impactos en la antes mencionada alineación con la batería de Choritoquieta, en un espacio de 300 x 300 m., quedando sin estallar siete de ellos. Los demás que reventaron lo hicieron casi todos en aquella parte Oeste de la población, formada por bohíos y casas de tabla, causando nueve muertos y 21 heridos, todos ellos habitantes pacíficos, hombres, mujeres y niños. Las explosiones producían en el terreno embudos de un metro de profundidad y algo más de 1 m. de diámetro en la boca, y cuando caían sobre casas de guano16 y tabla las descobijaban, desguazando la tablazón vertical. Entre disparo y disparo tardaba el enemigo unos 7 minutos, viéndose de cuando en cuando fogonazos apagados, y sintiéndose el ruido del cañonazo semejante al de un barreno que trabaja al interior, esto es, sordos pero muy perceptibles. No hay duda que la posición del cañón de dinamita fue pronto descubierta por nuestros apuntadores; no sólo lo comprueba lo rápidamente que variaron de emplazamiento, sino el reconocimiento del siguiente día, en el que pudo deslindarse claramente el lugar en que los insurrectos habían colocado la pieza, notándose alrededor, sobre los troncos de las palmeras, señales de los balines de las granadas de metralla y de las balas Mauser de nuestra infantería.
Arroyo Blanco.
Enclavase este pueblo en la provincia de Puerto Príncipe, casi tocando a la de Santa Clara, allí por donde nace el río Jatibonico, que las divide. El terreno cercano es montuoso y dominante, sobre todo por el E. y el N. No era la que va a ocuparnos la primera vez que los insurrectos atacaban a Arroyo Blanco, teniendo, según se asegura, gran empeño en tomarlo para vengarse de la muerte del cabecilla Serafín Sánchez ocurrida en un combate con nuestras fuerzas, cabecilla que era natural de aquel pueblo y que en él tenía familia. Las defensas consistían en 10 fuertes, entre los cuales estaban repartidos 200 hombres del batallón de Alfonso XIII, mandados por el valiente Capitán de infantería D. Federico Escobar17. Antes del ataque al poblado, el cabecilla Máximo Gómez dirigió intimaciones de rendición al Capitán Escobar, quien contestó con la más enérgica negativa, poniéndose enseguida a abastecer los fuertes y preparar la defensa.
El día 27 de enero de 1897, a las seis de la mañana, rompió el enemigo fuego de fusil contra los fuertes exteriores, y el día 28 sonó el primer cañonazo contra el fuerte Factoría. El proyectil cayó corto, haciendo explosión en el patio de una casa y produciendo un embudo en el terreno. Sus únicas víctimas fueron unas cuantas aves de corral que en el sitio había. Contra aquel fuerte hicieron aquel día otros dos disparos, sin que ninguno diera en el blanco.
Cambiaron entonces los insurrectos de objetivo y eligieron otro fuerte opuesto al anterior, señalado con el número 3, contra el cual lanzaron siete proyectiles, de los que uno pasó por encima del fuerte, dio en tierra sin estallar, y llegó, de rebote, a caer en un platanal cercano. El sexto disparo de este día fue el que mayor efecto produjo, pues dio en el fuerte sobre el cubrecabezas, hizo explosión y destrozó el techo y desunió la trabazón del maderamen, viniendo a tierra el frente que recibió el proyectil. En la guarnición del fuerte sólo resultó herido por esta explosión un cabo, si bien al pronto quedaron atolondrados los soldados por causa de los gases y de la conmoción. El comandante del fuerte, Teniente D. José González Seisdedos, lo desalojó y estableció su fuerza en el foso, con gran ardimiento, siendo allí mortalmente herido de bala en el momento en que el enemigo parecía disponerse a asaltar, después de un cuarto de hora de fuego rápido. Reemplazó a este heroico oficial el Segundo Teniente D. Blas Sánchez, el que, cumpliendo órdenes del Capitán Escobar, formó fuera del fuerte, durante la noche, una trinchera de madera y tierra, donde se parapetaron algunos soldados. El séptimo disparo de este día 28 hizo explosión fuera del foso, produciendo remoción de tierras y ligeros efectos de conmoción en los soldados que en el foso se encontraban.
El día 29, el enemigo emplazó la pieza más cerca del fuerte, a unos 200 m. de él, haciendo otros siete disparos, dando señales de intentar un ataque a viva fuerza, pero siendo siempre rechazado cuando se atrevía a salir de los escondrijos en que se ocultaba. De estos siete proyectiles estallaron seis aquí y acullá, en los platanales y solares, sin producir ningún efecto, fuera de los embudos causados en el terreno de 1 m. de anchura por 1 m. de profundidad; el séptimo proyectil no estalló y fue recogido en la explanada inmediata al fuerte número 3. Hubo ese día un soldado muerto por una bala que penetró por una aspillera.
El día 30 continuaron los insurrectos el fuego de fusil tiraron cinco proyectiles con el cañón de dinamita desde el frente del fuerte número 3 y en la cañada, sin dar ninguno en el blanco. Por la noche retiraron el cañón á retaguardia, probablemente convencidos de su inutilidad y ante la evidencia de que se aproximaba en socorro de Arroyo Blanco la columna del Coronel Arjona. Continuaron aparatosas demostraciones de fuerzas enemigas el 31, y el 1 de febrero llegó la expresada columna, después de derrotarlos en el punto denominado Juan Criollo.
Relativamente al cañón, atestigua el Capitán Escobar que lo ocultaban con una máscara cañonera de ramaje en la primera posición y de piedra en la segunda; que debe componerse de varias piezas o tubos y que hacían fuego sin cureña , amarrándolo a grandes troncos; que cada disparo se oía claro y distinto con un sonido sordo y prolongado, con escaso fogonazo; que el proyectil se distinguía y veía bien durante la trayectoria, marchando con muy pequeña velocidad y produciendo un ruido parecido, pero algo más pronunciado, que el que origina en el aire una bala de fusil cuando va atravesada, y que en lugar donde la pieza estuvo establecida para hacer fuego se encontró un palo de unos 4 m. de longitud, que tenía en un extremo, en vez de feminela, un trozo de cuero y trapo tiznados.
Resumiendo; los insurrectos hicieron 22 disparos con el cañón Sims-Dudley contra los fuertes y el poblado de Arroyo Blanco. La guarnición de 200 hombres y estación heliográfica comprendida, sólo tuvo en los cinco días de ataque un oficial y un soldado muertos, un cabo herido y algunos contusos; de estas bajas únicamente se debió al cañón de dinamita la del cabo herido. Bien puede decirse que este hecho es uno de los más gloriosos de la actual campaña, mereciendo también consignarse especialmente la conducta valerosa de los ingenieros encargados de la estación heliográfica, que establecida en lo alto de un espeso monte avanzado, fueron objeto de continuo ataque noche y día para que no comunicasen con Ciego de Ávila, sin desmayar un instante y consiguiendo trasmitir el parte.
Mayajigua.
En el New York Herald, del 17 de Marzo de 1897, aparece una carta fechada en el campo insurrecto y firmada por el corresponsal de aquel periódico George Bronsson Rea, «Los barracones Near Iguará. District of Sancti Spíritus. Cuba. Febrero 22, 1897», que contiene interesantes datos acerca del cañón de dinamita y de sus resultados en el ataque contra el poblado de Mayajigua, perteneciente a la provincia de Santa Clara, lindando con la de Puerto Príncipe, sobre el río Jatibonico.
Explica Bronsson cómo los insurrectos tenían un cañón de dinamita en Pinar del Río, de cuyo manejo estaba encargado el titulado mayor Villalón18, y otro en Las Villas a cargo del titulado mayor Fredericks, el que ha sido origen, agrega, de continuos peligros para los que lo manejan. Apuntemos, ante todo, que Mayajigua, cuando a principios de diciembre de 1896 sufrió el asedio de los insurrectos, era un pequeño poblado de casas de madera y gitano, defendido por tres fuertes, que en total sumaban 48 hombres de guarnición al mando del Primer Teniente del batallón de Borbón Sr. García Fanjul, quien se portó admirablemente, rechazando con desdén las intimaciones, no obstante tener enfrente fuerzas cincuenta veces mayores de las partidas reunidas de Pancho Carrillo, Pepe González, Nicasio Mirabal y otros de menor importancia. Varios días persistió el ataque, y durante ellos, dispararon los enemigos de España 12 proyectiles del cañón de dinamita, sin lograr otra cosa que derrumbar dos de aquellas destartaladas casas, reventando al fin un proyectil en la boca de la pieza que produjo su inutilidad y les causó varios muertos y heridos. También allí dejaron de estallar algunos proyectiles, y también allí, como en Arroyo Blanco, los insurrectos levantaron deprisa el asedio al acercarse las columnas que los batieron19.
Pero dejemos hablar al corresponsal del Herald. Dice Bronsson, que el proyectil explotó en la boca del cañón, matando a dos de los sirvientes, nombrados Florace Williuski y Marie Armand Guerin e hiriendo a ocho más. El Mayor Fredericks, que era el que apuntaba y descargaba, fue arrojado por la explosión a más de 15 pies de distancia, y asegura que el cuerpo de Williuski, quedó de tal modo destrozado, que el mayor pedazo era una mano. El tubo central se hizo añicos hacia la boca, habiendo sido preciso recortarle 18 pulgadas. Antes de este desastre, el alcance de la pieza era lo menos de media milla, mas después quedó limitado a unas 300 yardas20.
La causa de la explosión se atribuía a que una bala Mauser hubiese chocado contra la punta del proyectil en el momento en que éste salía de la boca21. Yo, añade Bronsson, no he podido ver ni examinar los mecanismos, así que no puedo dar otras explicaciones. Pregunté a Carrillo dónde podría encontrar á Fredericks ó Hungtington, y me contestó que se hallaban a más de 40 millas de distancia. Mas ya había sido previamente informado por los partidarios, de que Fredericks se encontraba a unas 9 millas, en medio del monte, arreglando el cañón, de lo cual colegí que la respuesta de Carrillo tenía por objeto desorientarme. El Capitán Hungtington y el Mayor Fredericks, los dos americanos, encargados de la pieza y del pelotón que la servía, estaban considerados por los insurrectos cubanos, como hombres bravos, pero este accidente les inspiró tal desconfianza, que ahora no hacen fuego sin colocarse ellos bajo la protección de un segundo atrincheramiento, á 30 yardas á retaguardia.
El Capitán Hungtington dice: «Won't trust any infernal gun that goes off at both ends.» (No me fiaré de ningún infernal cañón que dispara por ambos lados).
Juicio crítico.
Para los expertos, para los oficiales de Artillería, no es ciertamente necesario puntualizar los defectos del cañón de dinamita, porque del examen de sus condiciones y de los datos expuestos, resulta evidente su escaso valor práctico, sobre todo si ha de emplearse en campo abierto. Añádase que en esta guerra de Cuba, los insurrectos no se han atrevido a presentar nunca, ni esa pieza ni otras pocas de tiro rápido que lograran introducir, frente a nuestra artillería de montaña, valerosa y sufrida, cuya historia merece grabarse en páginas de oro. A lo más a que se decidieron fue a hacer algún disparo como en Montezuelo, cesando el fuego en el instante en que nuestras piezas empezaron el suyo, sin aceptar el reto, o bien esquivando en la obscuridad de la noche los efectos de nuestros proyectiles, cual ocurrió en Artemisa aunque sin lograrlo, y más frecuentemente eligiendo poblados y fuertes sin artillería, para intentar reducirlos por el bombardeo, ejemplo que ofrecen Arroyo Blanco y Mayajigua22, dando brillante muestra de heroísmo.
Con el cañón de dinamita abrigaron la esperanza, al igual que aconteció con las balas explosivas23 de uso prohibido y por ellos empleadas, abrigaron la esperanza, decíamos, de que iban a introducir en los soldados españoles el terror, resultando fallidas esas ilusiones, cosa por demás prevista, tratándose de tropas que nunca sintieron el miedo, ni se arredraron ante las mayores dificultades, ni cedieron al anárquico influjo de la dinamita, que también profusamente fue aplcada por los insurrectos contra trenes de viajeros pacíficos y contra edificios y fábricas de azúcar, en otra época emporio de riqueza.
El resumen del tiro del cañón de dinamita, en los hechos de armas que, bajo el punto de vista artillero hemos descrito, es como sigue:


PROYECTILES
DISPARADOS
CAYERON SIN EXPLOTAR
EXPLOTARON DENTRO DEL CAÑÓN
MONTEZUELO
4


ARTEMISA
32
7

ARROYO BLANCO
22
2

MAYAJIGUA
12
2
1
TOTAL
70
11
1

Dedúcese de aquí, que más del 17% de los proyectiles-torpedos no respondieron, ya por no hacer explosión, ya por reventar dentro de la pieza inutilizándola. El número de los que dejaron de funcionar y que han sido recogidos, es la más clara demostración de la poca confianza que el sistema ofrece. Y en otro género de consideraciones tenemos, que el proyectil sólo una vez dio eficazmente en el blanco a que se dirigía (fuerte número 3 de Arroyo Blanco), ocasionando entonces un solo herido de la guarnición del fuerte, único de nuestras tropas producido durante los 70 disparos, pues si bien en Artemisa causó el fuego del cañón de dinamita nueve muertos y 21 heridos, fueron éstos de los habitantes pacíficos que ocupaban las casas, desplomadas por las explosiones de los proyectiles que caían sin ton ni son. Esta falta de justeza en el tiro, ya la consigna Bronsson Rea en la correspondencia publicada por el Herald de que hemos tomado algunos párrafos, pues en ella se lee que «el mayor defecto del cañón, es carecer de aparato de puntería; se aplicaba la escuadra para apuntarlo, pero hacer blanco resultaba siempre una verdadera dificultad», frases que no cogerán de nuevo a ninguno que conozca rudimentos de balística, puesto que con tan inseguras presiones y tan pequeñas velocidades y sin rayado, poco puede hacerse24.
La rotación del proyectil en la trayectoria debe ser muy débil, y en prueba de ello puede citarse que uno de los proyectiles recogidos en Arroyo Blanco sin estallar, y que según se refiere pasó la tablazón vertical de una casa, presenta abolladura longitudinal y algo inclinada a lo largo de una generatriz, y otro de los recogidos en Artemisa, se evidencia que cayó de cola, pues sólo ésta se halla torcida y presentaba en el extremo señales del choque con la tierra colorada que formaba el suelo. De modo, que ni aun contando con que el proyectil obture perfectamente el tubo central, merced a la adición de uno o dos anillos de cuero que se le adosen, puede garantizarse que las paletas helicoidales de la cola o rabiza basten para que se produzca la rotación rápida y segura.
Pueden, de todo lo expuesto, sacarse las conclusiones lógicas que siguen:
  1. El cañón de dinamita no es práctico en la guerra tal como hoy lo conocemos, pues ni posee las condiciones balísticas de alcance y precisión, ni siquiera ofrece la seguridad personal de los artilleros que lo manejen.
  2. Que nunca podrá ponerse enfrente, ni aun de noche, por sorpresa, de la artillería de campaña o de montaña, porque será pronto descubierto y destrozado, ya que si bien el fogonazo es reducido no lo es tanto que se escape a la vista perspicaz de artilleros instruidos.
  3. Sus efectos sólo cabe apreciarlos en relación al que produce una carga de explosión fuerte, que se hace llegar a un sitio indeterminado, ni poder precisar si herirá a seres indefensos o a los mismos que la disparan, mas contra tropas atrincheradas o formadas pueden considerarse nulos.
  4. Que pudiera tener alguna aplicación como lanza-torpedos a bordo de pequeños barcos, por más que para este objeto sería preciso perfeccionarlo, y es mucho más preciso y fijo el sistema Zalinski o cualquiera de los que están en uso en las escuadras.
  5. Que al igual del referido sistema, aunque sin poder llegar a sus buenas condiciones, pudiera servir para la defensa de canales estrechos en las radas próximas a los grandes puertos militares.
  6. Que la parte más original del sistema es el proyectil, y sobre todo su espoleta, por lo que se refiere al triple percutor y al fiador especial, pues en cuanto a su eficacia, ya se ha visto que muchas veces no dio fuego a la carga explosiva.



NOTAS
(1) Realmente el cañón Zalinski tiende a lanzar sin riesgo grandes cantidades de explosivos fuertes, pues, en cuanto a las cargas más reducidas, existen hoy proyectiles de trazado especial capaces de contener sin peligro algodón-pólvora. Después de las experiencias de Von Forster, puede decirse que todas las artillerías tienen de dotación el proyectil-torpedo para los obuses y morteros rayados. Entre las experiencias recientes pueden citarse las del proyectil Bakewell, en Indian-Head, diciembre de 1896, el que se carga con gelatina explosiva, haciendo que se solidifique dentro del proyectil. Asimismo es de época reciente el empleo de un cañón especial, sistema Hurst, cuya característica consiste en obtener moderadas presiones, merced al empleo de dos cargas separadas que se inflaman una después de otra. La primera carga daba al proyectil 122 m. de velocidad, la que crecía a 762 m. con la segunda; mas parece ser que los primeros ensayos no han sido satisfactorios: continúan estos en Indian-Head, al decir de las revistas extranjeras. Las cargas múltiples fueron ideadas hace bastantes años por Lyman Haskell, haciéndose algunas pruebas con un cañón especial en los Estados-Unidos, donde tuvimos ocasión de examinarlo
(2) En la Exposición Internacional de Chicago de 1893 se presentó un trazado de proyectil de seguridad para disparar explosivos fuertes, bajo el nombre de Dudley dinamite aerial torpedo, que no es otro que este que nos ocupa.
(3) Los datos de The Engineer le asignan 1000 pies por segundo y un alcance de milla y media, pero según se deduce de los casos de empleo práctico que más adelante señalaremos, puede asegurarse que ni la velocidad ni el alcance llegan a esas cifras.
(4) El New-York Herald la titula espoleta Merriam.
(5) La gelatina explosiva alcanforada con que están cargados estos proyectiles, es un compuesto químico de nitroglicerina y algodón-pólvora comprimido (colodion). El alcanfor tiene por objeto hacerla más inerte y su proporción suele variar de 4 a 10 por 100, A 40º pierde el alcanfor y se hace más sensible.
 (6) Entre los explosivos que fabrica Nobel están la balistita y la cordita, que son combinaciones de nitroglicerina y nitrocelulosa.
(7) The Engineer hace ascender esta carga a 8 onzas.
(8) Los cartuchos cogidos al enemigo, vienen todos provistos de esta copa que enchufa en el reducido. No se ve claro por dónde sale después del disparo, ni si hay que destornillar la cabeza de adelante del tubo de la derecha para sacarla.
(9) Cuando el General de Brigada D. Wenceslao Molins apresó en la boca del rio San Juan, cerca de Cienfuegos, un desembarco de armas con nuestros cañoneros Contramaestre y Ardilla, entre los efectos cogidos había una caja de cápsulas de fulminato, iguales a las que tienen los proyectiles del cañón de dinamita cogidos en Pinar del Río. En este apresamiento se distinguió por su arrojo nuestro Comandante D. José de Reyna, en unión de los Tenientes de Navio Sres Carranza, y Bauza.
(10) La artillería de montaña ha prestado eminentes servicios en la actual guerra de Cuba; tanto en el combate hecho siempre a pequeñas distancias, como en las penosísimas marchas, operando por secciones de a dos piezas y a veces por piezas aisladas, ha merecido los elogios de los Generales y Jefes de columnas, siendo con frecuencia la salvación de ellas.
(11) Después se supo que los insurrectos venían conduciendo un desembarco de municiones que habían hecho por las cercanías del cabo San Antonio, y que es considerado como uno de los mayores que procedentes de los Estados Unidos han realizado.
(12) Correspondencias laborantes publicadas en los Estados-Unidos afirmaban que nuestras tropas habían experimentado gran destrozo por efecto del fuego del cañón de dinamita. Es completamente falso.
(13) En la línea militar de Mariel a Majana era Artemisa el centro principal y el lugar donde tenía su cuartel el bravo y activo General Arólas, que mandaba dicha línea fortificada. El cargo de Comandante de Artillería lo ejercía el entonces Teniente Coronel del Cuerpo D. Salvador Díaz Ordóñez, buen soldado e ilustre inventor de cañones. También tomó parte en la organización de la defensa el Comandante del Parque D. Cristóbal Reyna, que lo era a la vez de la artillería de la plaza.
(14) Estas piezas de 7'5 cm. de tiro rápido, sistema Krupp, son de montaña y se utilizaron en puestos fijos de la línea del Mariel.
(15) La batería de campaña armada con cañones de 57 mm. Nordenfelt, que mandaba el Capitán Menacho, también les hizo algún disparo, pasando de orden superior a ocupar otro puesto de la línea que se creyó amenazado, al entenderse que los insurrectos trataban de atraer la atención sobre Artemisa para pasar la línea por otro sitio.
(16) Se da este nombre a una especie de palma baja, con cuyas pencas se forma la techumbre de los bohíos o chozas de los campesinos cubanos, por la que escurre perfectamente el agua.
(17) en esta cifra están comprendidos algunos, pocos, soldados de ingenieros encargados de la estación heliográfica.
(18) Ingeniero civil, cubano, establecido en New-York.
(19) Consignamos las siguientes frases de un testigo: «Las familias se fueron al monte ante el temor al bombardeo, donde por la torpeza de aquella artillería fin de siglo, estuvieron más comprometidas.»
(20) Ha podido observarse, en efecto, que en el asedio más reciente de Arroyo Blanco colocaron el cañón muy cerca, lo que indica la prueba de la disminución del alcance.
(21) El destacamento de los fuertes de Mayajigua tenía fusiles Remington y no Mauser. De todos modos es poco admisible esa conjetura.
(22) Las piezas de tiro rápido de los insurrectos a que nos hemos referido son de 4 y de 7'5 centímetros, y fueron por ellos aplicadas, entre otros sitios, en Cascorro , Guaimaro , Fuerte Zanja (Cauto), siempre contra pequeños destacamentos desprovistos de Artillería. Una sola vez las aplicaron contra Jiguaní, provisto de una pieza Krupp de 8 cm. al mando del cabo del 10º Batallón Manuel Feijóo Martínez, y la siguiente orden general da idea de los resultados contraproducentes que obtuvieron.
«Orden general del Cuerpo del día 27 de Abril de 1897 en la Habana. = Enterado del comportamiento observado en el combate contra los insurrectos y asalto de Jiguaní, el día y noche del 13 de Marzo, por el cabo del 10º Batallón de Plaza, 6ª compañía, Manuel Feijóo Martínez y artilleros a sus órdenes Agustín Joaquín Montaño, Benito Fernández Camacho, Dionisio Ramos Iglesias, Miguel Jiménez Luna y José María Paredero , tanto en lo que concierne al servicio y empleo de una pieza Krupp de campaña, como en las demás fases de la lucha, conducta que ha merecido al Comandante Militar de aquel pueblo los más laudatorios elogios, proponiendo como distinguidos de orden del General de la Brigada a los expresados cabo y cinco artilleros, he creído oportuno consignar el hecho en esta Orden general para satisfacción de los que en su modesta esfera han sabido mantener en brillante lugar el nombre del Cuerpo. = El Comandante General Subinspector, Aguilar. = Rubricado. = Es copia. = El Teniente Coronel Secretario, José Sagarra.»
(23) Con motivo de unas operaciones de campaña que efectuamos en Santiago de Cuba y Guantánamo , en Diciembre de 1896, tuvimos el honor de conocer al Coronel del Cuerpo don Wenceslao Farrés, Comandante de Artillería del primer Cuerpo, quien nos dio la comisión de traer a la Habana ejemplares de balas explosivas, sistema Exprés, de las que se usaban en la caza de fieras, cogidas á muertos del enemigo. Creemos que fueron remitidas al Ministerio.
(24) En los sistemas verdaderamente pneumáticos, como el Zalinski, el alcance se regula por la presión del aire, merced a una válvula especial (cut off), pero en éste ¿qué regulación puede admitirse?
FUENTE MEMORIAL DE ARTILLERÍA