Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. España que nos mira siempre amante recuerda nuestra Historia Militar, Militar, que su nombre siempre suena más radiante a quien supo ponerla en un altar. Su recuerdo que conmueve con terneza, dice Patria, dice Gloria, dice Amor, y evocando su mágica grandeza, morir sabremos, por salvar su honor. Tremolemos muy alto el Estandarte, sus colores en la cumbre brillarán, y al pensar que con él está la muerte, nuestras almas con más ansia latirán. Como la madre que al niño le canta la canción de cuna que le dormirá, al arrullo de una oración santa en la tumba nuestra, flores crecerán. Marcharemos unidos, marcharemos dichosos seguros, contentos de nuestro valor, y cuando luchando a morir lleguemos, antes que rendidos, muertos con honor. Y alegres cantando el Himno glorioso de aquellos que ostentan noble cicatriz, terminemos siempre nuestro canto honroso con un viva Velarde y un viva Daoiz. Artilleros, Artilleros, marchemos siempre unidos siempre unidos de la Patria, de la Patria, de la Patria su nombre engrandecer, engrandecer. Y al oír, y al oír, y al oír del cañón el estampido, el estampido nos haga su sonido enardecer. Orgullosos al pensar en las hazañas realizadas con honor por nuestra grey, gritemos con el alma un viva España y sienta el corazón un ¡viva el Rey!

sábado, 8 de diciembre de 2007

4ª Disolucion del Cuerpo de Artilleria

Las heridas no estaban cerradas y a ello ayudó una serie de circunstancias:

- La amenaza del Real Decreto de 30 de diciembre de 1926 en el que el Ministro con un simple expediente administrativo podía separar del Ejercito a cualquier Jefe u Oficial.
- La asignación de determinados destinos, en los que el “amiguismo” había intervenido.
- El nuevo profesorado de la Academia de Artillería, demasiado leal al Régimen.
- Prohibición al Fondo de Socorro de continuar sus labores de ayuda.

Con todo esto el Cuerpo de Artillería se había convertido en el caldo de cultivo para recibir sugerencias en contra del Régimen, constituyendo uno de los mejores agentes de la revolución. De hecho en los Cuartos de Banderas la propaganda hacia su obra.

Son años de pura conspiración. Los conspiradores pensaron que la ciudad de Valencia sería el lugar ideal para empezar la revolución, que continuaría en las ciudades de Ciudad Real, Murcia y Cartagena. Se prepara para el 29 de enero de 1929 y el fin es salvar a España de las manos de Primo de Rivera.

El Capitán General no quiere encabezar la sublevación, pero si ve con buenos ojos el secundarla. Estaban comprometidos políticos como Sánchez Guerra y sus respectivos partidos y los Capitanes Montesinos y Pérez Salas del 5º y 6º Ligero.

Pero Sánchez Guerra no puede llegar a tiempo a Valencia, con lo que Castro Girona se echa atrás. Los comprometidos no quieren claudicar y se decide que Pérez Salas salga con las piezas del 6º Ligero. Al mismo tiempo se tienen noticias que el Regimiento de Ciudad Real se ha sublevado. Cuando llega Sánchez Guerra a Valencia intenta convencer a Castro Girona, cosa que no consigue. Al conocer la actitud del Capitán General, muchos Oficiales van abandonando. El 5º Ligero no se subleva y Pérez Salas amenaza con ir al 6º Ligero en Paterna y sacar las piezas. Al final Sánchez Guerra abandona la empresa y les dice: "Esto no quita para seguir con ustedes, he perdido y voy a pagar mi deuda". El levantamiento había fracasado en Valencia.

Al mismo tiempo en Cartagena se indagaba el estado de animo del Regimiento de Artillería. Se puede contar con los Tenientes, Sargentos y Tropa incluso con Oficiales de Artillería destinados en la Base Aérea de Los Alcázares, en cambio no se tenia el apoyo de Capitanes y Jefes. Quedan comprometidas las siguientes Unidades:

- Regimiento de Artillería
- Infantería de Marina
- Dotación del crucero Príncipe Alfonso
- Personal civil

Y quedan leales:

- Regimiento de Infantería
- Guardia Civil
- Resto de la Flota

Se decide esperar hasta que Murcia se subleve. Murcia por su parte espera los acontecimientos en Valencia, que como sabemos había fracasado.

Mientras tanto el 1º Ligero de Ciudad Real se subleva, estando a la cabeza de la misma el General Aguilera. Su misión era ocupar la ciudad siguiendo los pasos siguientes:

- La 1ª Batería, Capitán Marcide, ocuparía el Cuartel de la Guardia Civil.
- La 2ª, Capitán Zamarro, ocuparía el Cuartelillo de la Guardia Civil.
- La PLM, Capitán Barra, ocuparía la estación y el Capitán Soriano el Gobierno Civil.
- El Capitán Herrero con las Baterías en cuadro ocuparía el Ayuntamiento.
- El Capitán Pomares defiende las salidas de la población.
- El Capitán Pacheco y Teniente Moltó se ocuparían de la defensa del Regimiento.
- El Comandante Goicoechea llevaría al Teniente Coronel de la Guardia Civil al regimiento.
- El Coronel del regimiento ocuparía el Gobierno Militar.

Se ocuparon sin novedad el Cuartel de la Guardia Civil y el Cuartelillo, así como el resto de objetivos asignados. Para evitar una humillación a la Guardia Civil, se acordó que se custodiasen sus armas en el mismo Cuartel por dos Oficiales de Artillería y dos de la Benemérita. Fue un acto de caballerosidad.

Se había tomado contacto con otras ciudades comprometidas (Valencia, Murcia y Cartagena) y en ellas reinaba la más absoluta tranquilidad. Mal iban las cosas, sobre todo porque la mayoría de las piezas se encontraban en reparación o revisión en la Maestranza, además solo se disponían de 64 proyectiles para las mismas y para colmo no había munición de guerra para los fusiles (tuvieron que salir con munición de fogueo). Así no podían salir bien las cosas. Viendo éste panorama y la tranquilidad en las demás ciudades comprometidas, el Coronel decide deponer su actitud llamando al General diciéndole: “ A sus ordenes mi General, el Regimiento esta a sus ordenes”. Se le ordenó que entregara el Mando al Oficial más antiguo de Infantería. Todos los Oficiales fueron arrestados e incomunicados en celdas individuales, en espera de los correspondientes Consejos de Guerra.

Primo de Rivera encontró otra oportunidad para mortificar a los Artilleros, llegando a decir incluso: “ El Gobierno está seguro de que no son ni los soldados ni las Clases de Tropa de segunda categoría, sino algunos Jefes y Oficiales que ciegos y despechados por cuestiones internas del Cuerpo y de Escalas, llevan a sus subordinados por soberbia a actos como éste que solo pueden conducirles al deshonor propio y a lagrimas y estragos”.

Por Real Decreto de 19 de febrero de 1929 disuelve por cuarta vez el Cuerpo de Artillería, en su preámbulo entre otras cosas dice: “... la sociedad española desasosegada, inquieta y temerosa ante la actitud de un fuerte núcleo de Jefes y Oficiales, que obligados a ser sostén de la paz y tranquilidad publica, la vienen turbando y constituyen vivero propicio al cultivo de todas las rebeldías”. En su articulo 1º considera a los Jefes y Oficiales provisionalmente paisanos, sin derecho a haber ni uso de uniforme.

Marca también el procedimiento para el reingreso. Había que prestar juramento de fidelidad y obediencia inquebrantable y sin reserva, por su Fe y por su Honor, a la Patria, representada por la Bandera, al Rey y al Gobierno constituido y de un modo concreto y categórico al actual.

Pero no acababa aquí el calvario del Cuerpo, por Real Decreto de 27 de febrero de 1929 y como consecuencia de los frecuentes actos de indisciplina registrados en los tres últimos cursos en la Academia de Artillería, decide Primo de Rivera dar de baja a la totalidad de Alumnos y Alféreces Alumnos de la misma. Todos quedaron en la situación de separados del Servicio.

Así mismo por Real Decreto de 20 de junio de 1929 y “ para completa satisfacción de la justicia y sirviendo de saludable ejemplaridad”, disuelve el 1º Regimiento Ligero de Artillería, quedando el estandarte enlutado y con una inscripción expresiva de que la rebeldía del Cuerpo fue el motivo de la disolución, depositándolo en el Museo del Ejercito. Toda una humillación.

Se reorganiza el Cuerpo con fecha 21 de junio de 1929 con el pretexto de una transformación orgánica. Las plantillas vuelven a reducirse y en cuanto a Unidades, queda de la siguiente forma:

- 8 Regimientos Ligeros
- 8 Regimientos a Pie
- 1 regimiento a caballo
- 3 Regimientos de montaña
- 3 Regimientos de Costa
- 4 Regimientos mixtos
- 1 Grupo de Información
- 8 Parques de armamento y reserva

Con respecto a los sucesos de Ciudad Real salen hacia Pamplona el 30 de diciembre de 1929 a cumplir sus respectivas condenas un total de 33 Jefes y Oficiales.

Por Real Decreto Ley de 5 de febrero de 1930, el nuevo Gobierno de Berenguer, concede un indulto con motivo del primer aniversario de la muerte de la Reina Madre. En su articulo 5, concede el reingreso en la Escala Activa a los Jefes y Oficiales del Arma de Artillería procedentes de la misma, que hayan sido separados del Servicio por acuerdo gubernativo.

Se concede igualmente el reingreso en la Academia de Artillería a todos los Alumnos y Alféreces Alumnos que fueron baja en la misma, exceptuándose aquellos que lo hubieran sido por causa de falta moral o por perdida de curso.

El 15 de febrero de 1930 se publica una disposición dejando en suspenso los ascensos por elección.

A modo de conclusión, voy a entresacar unos párrafos de un manifiesto que el General Rexach dirige a los Artilleros el 10 de diciembre de 1929 comentando lo ocurrido en el Cuerpo, para que cada cual saque sus propias conclusiones:

“ Se nos ha obligado a faltar a una palabra de honor; podemos ya impunemente faltar a todos los juramentos”. He aquí el primero y mas extendido de los sofismas artilleros, móvil de tantas conductas y cepo en el que han quedado atrapadas tantas voluntades, para que este sofisma se haya mantenido en pie, ha sido preciso el desconocimiento previo en el que han vivido y viven la mayoría de Oficiales de Artillería, respecto a cual es el contenido de nuestro compromiso, desconocimiento que nadie hemos cuidado de subsanar, y es seguro que se hubieran evitado muchos incidentes desagradables con haberse hecho publico el siguiente texto:

“Los Artilleros que firman en éste álbum quieren conservar en el Cuerpo y transmitir con su ejemplo a los que vengan a formarlo, el tradicional espíritu de Honor, unión y compañerismo que recibieron de sus antecesores, con el que alcanzó las glorias y prestigios de que goza, para bien de la Patria y honra de sus individuos.

Y considerando que la escala cerrada es condición indispensable para el logro de tan altos fines, resuelven mantenerla entre sí, ofreciendo por su Honor renuncia (por los medios que la Ley permita) a todo ascenso que obtengan en el Cuerpo, o en vacante de General a este asignada que no le corresponda por rigurosa antigüedad.”



De la lectura de éste texto se deduce sin genero de dudas, que nos obligamos a renunciar a los ascensos que nos dieran fuera del turno de antigüedad, por los medios que las Leyes consintieran. Y ¿desde cuando han sido medios legales la insubordinación, la protesta airada y la violencia?. Nadie puede negar que los compañeros que fueron sostenidos en sus ascensos por el Real Decreto origen de todo el pleito, cumplieron lealtísimamente sus compromisos, pues renunciaron a sus empleos, no una, sino dos veces y aun se prestaron a pedir su pase a la reserva; si estas resoluciones suyas no fueron admitidas por el Gobierno ¿qué mas les podíamos pedir? ¿Es que queríamos que se suicidaran?. Y en cuanto a los demás, los que formábamos la mayoría, los que no habíamos sido ascendidos, fuera del turno de antigüedad, ¿qué nos tocaba hacer?. Pues sencillamente agradecer de todo corazón a nuestros compañeros ascendidos, la buenísima voluntad con que se prestaron al cumplimiento de su deuda de honor y, en todo caso, acudir respetuosamente al Poder publico, con la exposición de nuestros deseos ejercitando el derecho de suplica. Esta actitud correcta y respetuosa, hubiera seguramente encontrado en las esferas oficiales una justa correspondencia; claro es, que a condición de que no se hubiera dado el lamentable espectáculo, que ya desde entonces se inició, de los corrillos en sitios públicos, en los que se dio muestras de una incontinencia verbal, tan improcedente como inoportuna.

Si, pues, nuestro compromiso no tenia más alcance del señalado, ¿cómo se explica que hay por ahí tantas conciencias conturbadas por el escrúpulo de haber faltado a una palabra de Honor?. No más explicación admisible que el desconocimiento con que se ha planteado este conflicto entre ideales imaginarios y los deberes permanentes de la disciplina. Miremos las cosas como son y no como quisiéramos que fueran, vayan recobrando la perdida serenidad, tantos espíritus angustiados, y vean que si hemos pecado ha sido por exceso, no por defecto, pues claro está que en el pensamiento y en la voluntad de los que encabezamos el álbum de firmas, estaba el propósito de que solo medios legales habían de emplearse para sostenerlo. Y solo así se explica que el Poder publico que conocía nuestro compromiso, diera en otro tiempo formulas legales para su cumplimiento, pero no puede admitirse la hipótesis de que accediera a tales concesiones, si hubiera sospechado que nuestra firma encerraba gérmenes de rebeldía.

Pero aun suponiendo que fuera verdad que se nos había obligado a faltar a nuestra palabra de Honor ¿podría esto justificar que voluntariamente faltáramos nosotros a juramentos, anteriores a aquellos prestados en ocasión solemne?. Nadie puede sostener en serio semejante dislate, porque la condición precisa para que haya culpa, es la voluntad en el acto delictivo, y esta condición que pudo faltar en el primer caso, ya que se supone se nos forzó a aquella falta, se llenó plenamente en el segundo.

Además, ¿hemos cumplido los fundamentos o premisas en que basábamos aquel compromiso?. No, esa premisa dice: “Queriendo conservar con su ejemplo, el tradicional espíritu de Honor, unión y compañerismo que tanta gloria y prestigio a dado al Cuerpo, en bien de la Patria y honra de sus individuos, firmamos.......”

Es lógico que hayamos puesto tanto empeño en sostener lo que era nada más que un medio, y en cambio olvidemos lo que era finalidad única?

Es pues preciso cumplir íntegramente el compromiso, y ya que en la segunda parte hemos llegado al limite y le hemos rebasado, dediquemos ahora nuestros esfuerzos a restañar nuestras heridas, a reintegrar nuestro espíritu de unión y compañerismo; pues así, a más de conseguir el bienestar deseado, nos quedara la satisfacción de decir: “ Jamas hemos faltado a las promesas contraidas”. Unámonos, pues olvidemos todo y atengamos en principio, el espíritu que caracteriza este escrito y premisa”.

Extracto conferencia Bicentenario RAAA 73.

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